
Hasta hace unos meses, los principales operadores en España subvencionaban la adquisición de los terminales con la particularidad que las ofertas realizadas eran más o menos personalizadas, lo que generaba un auténtico regateo de precios cuando finalizaba el contrato de permanencia para renovar.

No voy a decir nada sobre los números de prefijo 906, 807 y similares, ya que quien llama lo suele hacer para obtener un producto o servicio telefónico y es consciente (o, al menos, debería serlo) del alto precio por minuto que se le está facturando. Personalmente no los veo procedentes en líneas de atención comercial como tienen algunas empresas (varias compañías aéreas, entre ellas algunas “low cost”, las utilizan para “machacar” a sus clientes si quieren hacer algún cambio en sus billetes).
Desde hace unos años la “moda” de utilizar 902 como número de contacto principal (y único) de una empresa se está generalizando cada vez más. El cacareado argumento esgrimido normalmente (y que, personalmente, me parece fatal) es cuando dicen:

Sorprende el número de páginas que tienen en 1990 y 1991. ¡Más de 200! Entre 1994 y 1996 superan las 100, lo que contrasta con las 24 del “folleto” de 2004. En los últimos años no sé si no cogí porque no había o porque en pocas hojas. ¡Una pena!
Es asombrosa también la evolución de la informática de consumo en estos 22 años. Me planteo hacer un post año a año. Hay muchas marcas que ya no sé si existen y me he quedado sobre todo con que en el catálogo de 1990 ya hay móviles (por llamarlos de alguna manera pues pesan más de 2 Kg.). Me ha hecho mucha gracia (para los que critican los precios de los terminales de gama alta actuales –aunque hay que verlo en perspectiva-) que un Nokia 8110 en 1996 (con Airtel) valía 93.000 pesetas (se me hace raro escribir pesetas) unos 560€. Un iPhone 4S libre en Apple vale 599€.
Los ordenadores, en cambio, los encuentro mucho más económicos hoy en día (sin entrar ya en la abismal diferencia de prestaciones).

3. tr. Evitar un gasto o consumo mayor
En España hay desde hace años más líneas de móviles que ciudadanos y, según distintos estudios de consumo, la factura del móvil juega un papel destacado en las economías de las familias. En estas pocas líneas obviamente no voy a dar una receta mágica para adelgazar todas las facturas pero sí trazaré unas indicaciones que en base a mi experiencia y reflexiones conviene tener presente.


Uno de los sitios (se me ocurre otro, pero no procede en esta columna, quizá si Miguel Font continúa cierta serie de artículos…) donde no podremos utilizarlo es en un avión. Nada más sentarnos se nos comunica que el teléfono debe estar apagado desde el cierre de puertas hasta la llegada a la terminal de destino (aunque a veces haya despistados que los dejan encendidos, como vez que una señora sentada a mi lado a medio vuelo me pidió si le podía cambiar la tarjeta SIM de su móvil… ¡y no lo había desconectado!).