“KITT, te necesito”

CochePara los pocos que no lo recuerden, KITT era “el coche fantástico”, el automóvil protagonista de una serie de TV de los años 80 a prueba de balas, que podía conducir solo y hablar y estaba dotado de una extraordinaria inteligencia artificial (que incluía sentido del humor). Era el bólido que a todos nos gustaría tener en el garaje (o mejor aún: que querríamos dejar en la calle para que él solito se buscase un sitio para aparcar).

Lo que hace unos años nos sonaba futurista, hoy puede parecer obsoleto: el coche carecía de conexión a Internet, GPS o un mísero MP3. Que sepamos tampoco tenía airbag, ABS, ESP,… Dejando la ficción a un lado, opino que en los más de 100 años de historia del automóvil sus prestaciones han aumentado enormemente, si bien la información que el conductor es capaz de transmitir a otros conductores o personas en el entorno directo no lo ha hecho en la misma proporción. Pensémoslo un momento: las indicaciones que un coche puede enviar al que circula delante son realmente escasas (al margen de las que se pueda hacer con gestos): puede poner los intermitentes (para indicar cambio de dirección o “emergencia” pero ¿de qué tipo?) o “dar” con las luces (aunque el mensaje exacto nunca estará claro). Al que circula detrás sí podemos decirle si estamos frenando, que vamos a girar y como una de las últimas incorporaciones hace unos años, que vamos marcha atrás. ¿Es eso todo? ¿Esa es toda la información que una máquina capaz de enfrentarse a tantas situaciones puede transmitir? Parece curioso pero sí y, si recordamos, ¡todo eso ya lo hacía el 600!

Afortunadamente, las nuevas tecnologías prometen hacer de los coches de un futuro nada lejano unos vehículos mucho más seguros e “inteligentes”. Éstos detectarán el estado del conductor (ebrio, somnoliento, distraído, si hay algo en los posibles “ángulos muertos”, etc.) y serán capaces de “emitir” más información sobre lo que el conductor quiere hacer y de “recibir” más datos del entorno. Este intercambio se realizará sin apenas intervención del usuario.

Los sistemas V2V (de vehículo a vehículo) compartirán información relevante entre automóviles próximos. Así, por ejemplo, supongamos que un coche está parado en un semáforo y otro se le aproxima por detrás con el conductor distraído. El segundo automóvil podría calcular, si detecta los vehículos del entorno, la distancia y en función de la velocidad, sería capaz de aplicar el freno para evitar la colisión (si su dueño no reacciona pasado cierto punto “de no retorno”). Otro caso sería: un coche circula por delante de otros por una carretera y se encuentra con un obstáculo (un árbol, hielo, etc.). El conductor podría evitarlo (o no) pero el coche avisaría (sin intervención del usuario) a los vehículos próximos del peligro, de tal manera que sepan qué les espera más adelante. Además, de producirse la colisión el vehículo llamaría a emergencias dando la ubicación GPS del siniestro. Éstos son algunos de los ejemplos de las ventajas de la comunicación V2V.

Los sistemas I2V son de infraestructura a vehículo. La “carretera” informará al automóvil de la velocidad recomendada, posibles atascos, etc. llegando incluso a poder sugerir alternativas que se introducirían automáticamente en el GPS para evitar las zonas conflictivas. El conductor podrá saber siempre cuál es la velocidad límite de una cierta zona y si activa el control de crucero (que el coche mantenga la velocidad sin pisar el acelerador como hacen muchos vehículos hoy en día) éste la respetaría en todo momento.

Lo que está claro es que aún falta hasta que tengamos un coche con el que dialogar (el sentido del humor tendremos que buscarlo poniendo chistes de “Marianico el corto”) y que conduzca solo pero si hasta entonces los automóviles nos proporcionan la máxima información posible sobre lo que vemos (y lo que se nos escapa) estaremos en mejores condiciones para conducir con seguridad. Prudencia e información en la carretera son una combinación perfecta.

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