En esta columna me hago eco de la última amenaza (a día de hoy, mañana habrá otra) para nuestra seguridad (y la de nuestros bolsillos en este caso) que circula por Internet. En los últimos meses cada vez tiene más difusión el fenómeno conocido como “phishing” (o “pescando”), que consiste en suplantar páginas web legítimas con otras que se les parecen mucho con el único fin de captar información sensible de los internautas.
Terminábamos diciendo en el anterior artículo que es más que probable que se pueda localizar una versión equivalente de los programas que empleamos incluso gratis o, al menos, más barata. Con ello no quiero decir que su coste para una empresa tenga que ser necesariamente menor, eso habría que analizarlo caso por caso y lo comentaremos en otra columna en el futuro.
La gran aceptación de los programas considerados como “estándar” hace que los creadores de virus concentren sus “esfuerzos” en aprovechar sus problemas de seguridad para infectar cuantos más ordenadores mejor.
Es por todos conocido que España, en materia de tecnologías de la información y “alfabetización digital”, no es ninguna superpotencia. Desde el gobierno se ha intentado (y se intenta) incentivar la utilización generalizada de las nuevas tecnologías en todos los estamentos de la sociedad, si bien hasta la fecha los resultados no han satisfecho las expectativas. Se trabaja en ello pero bastante queda por hacer, por ejemplo tenemos una de las conexiones por ADSL más lentas y caras de Europa (en países de nuestro entorno disfrutan de velocidades de casi el doble de velocidad por la mitad de precio). Por mucho que intenten vendernos que podemos elegir el horario, la velocidad con limitaciones geográficas muy muy restrictivas (casi imposibles) o incluyan otros servicios, el hecho es que para un ciudadano “normal” con necesidades “no profesionales” de Internet, una ADSL (o cable) es bastante caro.