
Aunque los políticos y Apple nos dirían que nada va a cambiar, lo cierto es que es lógico pensar que quien pone el dinero exigiría unas mínimas garantías de que lo va a poder recuperar con los correspondientes intereses, pues Apple es una empresa y no una O.N.G. Igual que cuando un nuevo director ocupa su puesto en una compañía, es más que probable que las directrices que marcarían el paso de los españoles serían afines al modo de pensar en Apple. Todo ello tendría las siguientes consecuencias: